Por principios profesionales, psicología, me gusta desentrañar al hombre rastreando el porqué de su comportamiento, por lo cual el género biográfico es de mis preferidos desde hace más de 10 años, una biografía bien documentada permite mostrar lo que se oculta tras las delicadezas de los modales, las conductas socialmente aceptadas, los razonamientos lógicos, el intelectualismo y lo que los sociólogos llaman: contratos sociales. 

Llevo un par de días leyendo la biografía de Friedrich von Hardenberg, mejor conocido como Novalis (que significa: El que construye un nuevo país). Conocía parte de sus escritos, densos tratados discrecionales del romanticismo del XVIII y XIX. Novalis suele ser certero y cándido, de esa clase de intelectuales de palabras envolventes, frases lapidarias y conclusiones aplastantes. Es conocida su historia, joven que muere a los 29 años influenciado por la búsqueda de lo trascendental (carácter común en el romanticismo)… pues, detrás de ese hombre que parece un genio, está esto:

Después de la muerte de Sophie, con frecuencia permanecía durante días encerrado en la habitación de ella. Un día su hermana entró a verlo y, al abrir la puerta, quedó rígida de pavor. Novalis había extendido en la cama el largo vestido azul que Sophie llevaba cuando murió. Puso encima su toca y dejó allí un libro de bolsillo que había leído últimamente, todo esto a fin de evocar y retener el aspecto de su figura en el acto de leer.

Esto, más que entenderse como una locura, se entiende como una metáfora que muestra la manera en que los humanos afrontamos el dolor cuando estamos solos, cuando nadie nos observa. 

Si fuéramos más transparentes para con el mundo exterior nos daríamos cuenta de que lo que hacemos no tiene porqué ser vergonzoso, quizás ameritaría que alguien escribiera nuestra historia cuando estemos muertos.