Ergô Felix Culpa: El Pecho de Andy

Para mí, la mejor banda de la España de los 80s; para los críticos, El Pecho de Andy nunca existió.

Hablando con melómanos y coleccionistas, con personas cercanas al rock que se hizo en la década de los 80s, encuentro plena conformidad entre sus opiniones y las mías con respecto a la corta, pero nada fugaz, carrera de El Pecho de Andy. Profundizando en el valor estético de esta banda podemos concluir que el grueso de grupos del “Rock en tu Idioma” es un gran ridículo en comparación con este grupo español que brillaba en sus composiciones líricas, las mejores que he escuchado en español, y en su resplandor instrumental. Un juicio justo de sus letras concluirá que éstas se tratan de poesía simbolista de corte francés; la elegancia de la voz sirve como transporte de una serie de reflexiones complejas que sitúa al hombre en pesadillas de posmodernidad y luchas de poder enunciadas en el Leviatan de Hume (Megalópolis), el llamado a la Revuelta de Octubre que obedece a una manera cíclica de entender la historia humana (Llegará Octubre), la normatividad de comportamientos en la social democracia (En la Red), la entrega a lo que Marx denominó el opio del pueblo y el juego que los gobiernos hacen en torno a ello.

El mar, el dinamismo y el salvaje humano siempre están presentes en las magníficas creaciones de aquél grupo que quiso rendir tributo a un hombre recién muerto; el Pecho de Andy es un concepto usado por Lou Reed, el músico intelectual que partió el día de ayer dejándonos solos en este infierno, en esta vida que se define con base a la supervivencia de una especie demente que necesita del amor, el arte y lo sublime para evitar ser víctima de la sinrazón en la Fe de los Necios.

El mar es aún más profundo,

las olas son más violentas,

la tierra late caliente bajo mis pies.

Sueño con mi alegre saipán.

Volví sobre mis pisadas,

recuerdo bien tu silencio,

solía herir como un rayo de lucidez.

Lejos de mi alegre saipán.

Cegado por el delirio,

solo en la isla presiento

el sueño cálido y negro de mi incierto final.