Es difícil nadar entre la perversidad de la laguna negra manteniendo virgen la devoción. Hoy, a la vista del poder opresivo de la naturaleza, me he ahogado; mis brazos perdieron la prudencia, y en mi corazón, escondido entre tu vientre, palpita, vigorosamente, la nueva moral. 

Ahora, el poder tendrá que crecer ilimitadamente y arrestaré en la Bastilla la Razón. Esperaré, esperaré hasta que lleguen las muchedumbres de París. Fumaré el tabaco humedecido en la sangre que corra por la fortaleza realista de Tolón y estaré presente en Tullerías. 

¿Qué haremos cuando rompamos  el acontecer al ser lanzados a una distancia infinita del curso ordinario de la vida?

El templo victoriano que resguarda la gnosis se emborracha de la copa esmaltada por Dionisio, y mi piel, cada vez más caliente, pide intimar con Gea y erigir a Crono… he aquí una vieja calle cuando no se es más que un niño, veme aquí llorando en los adoquinados donde solía leer.

Es, el copular de lo moderno; es el bombardeo y es el fuego interminable de los hombres a sienes, el jadear de la industria, el almíbar contaminado y el polen juerguista de la megalópolis,  su perpetuidad, su claustrofobia y la conmoción de ser nadie entre millones. Es la burbuja y este bello regimiento. 

He aquí el eco de un futuro con hojas en Sol.  He allí, la sangre seca.

Solo, y con la mañana próxima, recuerdo los horizontes de aquél otro día; la noche se alejó y el temblor amputado en los nudillos modeló con una joven horrible de nalgas agrietadas y senos arrugados. 

Raramente se movieron las piezas de ajedrez y sólo recuerdo las cuatro palabras de Guillaume

"Adios, adiós

sol decapitado" 

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