Acostumbro no hacer lecturas de opinión en torno a las propuestas de vanguardia de nuestros días, o del multicitado Underground. En días atrás hice a un lado la regla y encontré una propuesta vacua que pretendía hablar de la decadencia del Underground utilizando como ejemplo para la tesis la apertura de tiendas de moda, la explosión de Djs, de blogs, etc. Era particularmente común la manera en que se entendía desde quién escribió ello la vanguardia y lo subterráneo, los referenciales que de él se daban eran contenidas en un mismo vaso, eran propuestas comerciales todas ellas; dentro de la música, quién sostenga que Joy Division, Bauhaus, Bowie, Alien Sex Fiend, Sisters Of Mercy o Sex Pistols son el Underground, no es menos que un desinformado crónico absorbido por el uso que el vulgo y las masas dan al término que aquí trato.  Otros que han usado dicho término para atraer público son los organizadores de eventos, ejemplificando, en la capital del país donde vivo han una pequeña sala de conciertos llamada Real Under, sala en la cual hay sonidos interesantes, pero no hay nada vanguardista, no hay nada subterráneo ahí. Ello incluye a sus asistentes.  

Hacer presencia en la dimensión del underground es aceptar las partes demacradas, bizarras, violentas y deicidas de la realidad humana, aquí no hay amigos u optimismo rosa. Es una dinámica absorbente.   

El desarrollo de las personalidades del Underground no se ejemplifica con Peter Murphy u algún otro personaje bien adaptado a la dinámica y vida del artista de masas, se solicita una personalidad exquisita y rigurosa, temperamental, que goce del sufrimiento o le vea -en el mejor de los casos- como una necesidad constitutiva del ser.  

Pongo a su disposición exponentes de la doble vida de quién ha sido definido como un loco y esquizoide, del que genera odio, temor y repulsión; el segundo volumen de la antología europea The Second Coming (Fur Ilse Koch), y una grabación anónima (Sounds of the Apocalypse). El primero de ellos es una edición limitada a 100 vinílicos de 1982, la razón para limitar ésta edición (a diferencia de los niñatos que hoy publican ediciones limitadas de electropop) es que fue perseguida al coquetear con el nacional socialismo. A su vez, pertenece a la colección de discos que tiene entre sus artistas a varios suicidas y drogadictos, a gente que practicó la magia negra y el ritualismo, a gente que tuvo algo que ver con homicidios.  La selección es exquisita,  el sonido es Underground en su carácter originario.      

EXPENTANCY: Experimental, Noise

Por su parte, Sounds of the Apocalypse se publicó con demasiado sigilo. El creador -fuese hombre o mujer- decidió mantenerse en el anonimato. La historia que detrás de él se ha generado está embargada en lo ambiguo. Se trata de un solo track de poco más de 60 minutos construido bajo la razón de experimentación semilibre donde intervienen sintetizadores e instrumental orgánico. El material insta al miedo, la desolación y la paranoia, los textos que se leen son delicadas reflexiones de un lugar que aún no llega pero que está cada vez más próximo. A pesar de ser contemporáneo (del siglo XXI), será atractivo para experimentalistas clásicos.   

EXPENTANCY: Experimental, Ambient

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